Una isla, mil terruños: la singularidad de Cerdeña
Cerdeña representa un universo enológico extraordinario, donde el aislamiento geográfico ha preservado un patrimonio vitícola único y original. Esta tierra ancestral, moldeada por los vientos marinos y el sol intenso, ofrece un mosaico de terruños que se traducen en vinos de carácter inconfundible, expresión auténtica de paisajes salvajes, tradiciones milenarias y una biodiversidad sin igual en el Mediterráneo.
Cannonau y Vermentino: los embajadores de la isla
El Cannonau, príncipe de los tintos sardos y pariente del Garnacha, ofrece vinos de extraordinaria personalidad, con notas de frutos rojos maduros, hierbas mediterráneas y una estructura cálida y envolvente, especialmente en las versiones de Barbagia. El Vermentino, sobre todo en su expresión de la DOCG Gallura, encanta por su frescura, mineralidad y notas cítricas, reflejando la luminosidad y la brisa marina de los territorios costeros. Estas dos variedades representan la doble alma de la enología sarda, capaz de expresar tanto potencia como refinada elegancia.
Un tesoro de variedades autóctonas
La isla alberga un extraordinario patrimonio ampelográfico. El Carignano del Sulcis, cultivado en cepas bajas sobre arenas marinas, ofrece vinos complejos y longevos. El Nuragus y la Vernaccia di Oristano, esta última con su fascinante proceso oxidativo, narran tradiciones muy antiguas. No faltan rarezas como Cagnulari, Monica, Bovale y Malvasia di Bosa, expresiones de una biodiversidad que una nueva generación de viticultores está redescubriendo con enfoques sostenibles y respetuosos con el territorio, creando vinos que cada vez conquistan más la atención de los aficionados y críticos internacionales.