Provenza: la cuna mundial del vino rosado
Nuestra selección de rosados provenzales representa la excelencia de una tradición vitivinícola milenaria que tiene su origen en la antigua Grecia, cuando se plantaron las primeras vides en esta región hace 2600 años. Provenza no solo es la región vinícola más antigua de Francia, sino que se ha consolidado como la capital mundial indiscutible del vino rosado, gracias a un territorio y un microclima únicos que hacen que estos vinos sean inmediatamente reconocibles por su carácter elegante, su frescura y su inimitable paleta cromática, que va del rosa pétalo al color melocotón.
El arte del ensamblaje: variedades de uva y técnicas de vinificación
El secreto de los rosados provenzales reside en el sabio arte del ensamblaje y en las técnicas de vinificación específicas. Los rosados de nuestra colección, como los de Château d'Esclans, Miraval y Minuty, se obtienen principalmente a partir de mezclas que combinan Garnacha, Cinsault y Syrah, a las que se añaden en proporciones menores Mourvèdre, Tibouren y Rolle (Vermentino). El prensado directo o la breve maceración en frío permiten extraer delicadamente el color de las pieles, mientras que la vinificación a temperaturas controladas preserva los aromas primarios de fruta fresca y flores. La vendimia al amanecer y la rapidez de la elaboración son elementos fundamentales para garantizar la frescura característica y los matices aromáticos que han hecho famosos estos vinos en todo el mundo.
Un caleidoscopio de matices gustativos y versatilidad gastronómica
Los rosados de Provenza se distinguen por su extraordinaria versatilidad en la mesa y por su capacidad para expresar una amplia gama de matices gustativos. Desde la delicadeza mineral de los Côtes de Provence hasta la estructura más sostenida de los Bandol, estos vinos ofrecen un abanico sensorial que va desde notas cítricas y de frutos rojos frescos hasta aromas más complejos de hierbas mediterráneas y especias. Su frescura y sabrosidad naturales los hacen perfectos para acompañar entrantes de marisco, crustáceos, pescado a la parrilla, pero también platos de la cocina asiática y mediterránea. No los sirva demasiado fríos (lo ideal es entre 8 °C y 10 °C) para apreciar plenamente la complejidad aromática que esconden tras su color tenue y atractivo.
