RIAZUL

Hace doscientos años, los altos de Jalisco, México, fueron uno de los principales frentes de batalla de la propia Guerra de Independencia de México. Durante esa lucha, María Higinia Gómez actuó como alta consejera de los líderes rebeldes mexicanos. Al final de la guerra, se le concedieron 10.000 acres de tierra (más de 4.000 hectáreas) por su servicio, la mayor parte de los cuales fueron repartidos por María Higinia Gómez con los otros revolucionarios que habían luchado por la libertad de México. Los 250 acres de tierra que le quedaban pasaron de generación en generación a lo largo de los años y permanecieron prácticamente intactos hasta que el fundador de Riazul, Iñaki Orozco, heredó las tierras a finales de los años 90.
Iñaki sabía que la tierra estaba dentro de la zona exclusiva de México donde se podía cosechar el agave para su uso en la producción de tequila. Tras hablar con los ancianos de la familia, a los que presentó su idea de plantar unas pocas plantas de agave y, posiblemente, pasar a planificar parcelas de agave mucho más grandes, recibió una respuesta muy escéptica por parte de su familia, ya que consideraban la empresa de la plantación casi imposible de realizar. Sin embargo, el joven idealista, sin desanimarse, fue tenaz y pronto tuvo el visto bueno para probar su mano en lo que creía. Tras plantar los primeros cien brotes de agave y ver esa primera cosecha de agave en flor, Iñaki se puso a trabajar día y noche para plantar más de 175 mil brotes. La gran altitud, el clima fresco y el suelo volcánico dan como resultado un agave que madura durante casi una década antes de alcanzar la calidad de la cosecha. Durante este tiempo, el agave absorbe aromas y sabores únicos, propios de esta región. El agave cosechado en los Altos de Jalisco contiene un mayor contenido de azúcar, lo que da lugar a un tequila más aromático con notas suaves y dulces. Todo ello toma forma en el Tequila Riazul, que parte de una materia prima excepcional y se traduce en un destilado igualmente único y extraordinario.