CARLOTTO

La licorería Carlotto debe su fundación a la familia húngara Potepan, portadora de una gran tradición pastelera y que, tras abandonar su tierra natal, llegó a la corte de los Habsburgo de Francisco I de Austria hacia 1820, gracias a la fama de sus preparaciones. La familia Potepan también presumía de un sólido conocimiento de los licores y, unos años más tarde, Anton Potepan conquistó a toda la aristocracia de los Habsburgo con un Rosolio, elaborado según una receta centroeuropea y producido a partir de la esencia del aceite de rosas búlgaras; el mismo Rosolio fue donado posteriormente en una botella de cristal al rey de Italia, Víctor Manuel II, con motivo de la visita oficial de Francisco José a Venecia. Más tarde, el amor de Anton Potepan por Italia y el arte de los licores le llevó a la idea de establecerse en el Véneto; aquí, en Valdagno, él y su hijo Giovanni Onesto establecieron su Offelleria. La hija de Giovanni, que se casó con Girolamo Carlotto, propietario de una tienda de licores, trajo a su marido las recetas de la familia como dote y con él comenzó la producción del famoso Rosolio y otros licores. En 1974, su hijo Giuseppe, experto enólogo, se hizo cargo de la dirección de la Liquoreria. En 1980 fue el primero en asistir a un acontecimiento fundamental para la empresa: el encuentro con Gualtiero Marchesi. El chef de la nueva cocina, participando junto a la licorería en la creación de licores como el Cordiale y el muy especial China di Carlotto, contribuyó al relanzamiento de la empresa, el mismo que le llevó a recibir, en 1990, el codiciado Premio Dino Villani, otorgado por la Academia Italiana de Cocina. Hoy en día, la empresa está dirigida por la quinta generación; la Liquoreria tiene ahora una producción anual de unas 25.000 botellas y cuenta con dos tendencias de licores diferentes, la centroeuropea, con licores como el Rosolio y el Amaro '900, y la italiana, con el Cordiale, la China di Carlotto y el famoso Fior d'Agno.

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