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Château de Roquefort

En la época greco-celta, Roquefort era una fortificación a la espalda de las ciudades marítimas de Marsella y Cassis. Cuando los romanos la tomaron, la llamaron "Rocca Fortis", ¡que se traduce como Roquefort en francés!
Durante la Edad Media, la tierra de Roquefort era propiedad de la baronía de Aubagne, que a su vez pertenecía a los príncipes de Les Baux de Provence. Desgraciadamente, al no haber nadie que heredara esta gran fortuna, pasó a manos de la Corona de Provenza en 1425. En 1470 se produjo un acuerdo entre el rey René de Provenza y los obispos de Marsella, que tomaron posesión de la baronía de Aubagne.
El obispo Pierre de Raguenau cedió entonces las tierras a Pierre du Beausset en 1568. Sus descendientes la poseyeron hasta que fue comprada en 1812 por el Conde de Gardanne, general del ejército y antepasado de la familia de Villeneuve, que es la actual propietaria.
La historia del Roquefort nos dice mucho sobre su economía en aquella época. Todavía hoy la viticultura y la producción de vino siguen siendo su principal actividad, mientras que en el pasado la silvicultura, la producción de gusanos de seda y la agricultura eran igualmente importantes.
La bodega se construyó en 1734 y ya albergaba 46 barricas con 1398 hectolitros.
En 1995, la bodega se modernizó por completo y ahora cuenta con los más modernos sistemas de vinificación.
Las 25 hectáreas de viñedos que cultiva esta fantástica bodega se cuidan con amor y respeto a la naturaleza, siendo la principal preocupación del propietario la calidad de las uvas y su plena maduración. Las principales variedades de uva son las tradicionalmente plantadas en la Provenza: garnacha negra, syrah, cinsault, mourvèdre, carignan, clairette, rolle y ugni blanc.
Un tercio de las vides plantadas tiene más de 40 años, un tercio tiene entre 15 y 40 años y el resto se ha plantado en los últimos 15 años.
El viñedo está situado a una altitud de 350-400 metros y está bien protegido por los acantilados que lo rodean. El paisaje se compone de colinas y mesetas que forman el macizo de la Sainte Baume, que se eleva a 1042 metros a pocos kilómetros en dirección a Aubagne y Gèmenos.
Gracias a todos sus cuidados, esta bodega nos regala cada año unos vinos fantásticos de una finura increíble y una tradicionalidad que es rara de encontrar, ¡no hay que perdérsela!